11 de febrero de 2013

Libros en lunes

Leyendo en voz alta a los niños:

Mitología griega y romana, J. Humbert
La casa del bosque, Laura Ingalls
Libro de maravillas, Nathaniel Hawthorne (¡Silvia, ya lo tenemos!)
La telaraña de Carlota, E. B. White
Cuentos, hermanos Grimm
Cuentos, Beatrix Potter

Joel lee:

Cuentos de hadas, Perrault
Cómics: Astérix y Obélix, las hermanas Gilda

Mamá lee:

Casa Desolada, Charles Dickens
Deja en paz al diablo, John Verdon
Dickens, el observador solitario, Peter Ackroyd

9 de febrero de 2013

El sentido del asombro (Rachel Carson)

El mundo de los niños es fresco y nuevo y precioso, lleno de asombro y emoción. Es una lástima que para la mayoría de nosotros esa mirada clara, que es un verdadero instinto para lo que es bello y que inspira admiración, se debilite e incluso se pierda antes de hacernos adultos.

Está el blog Apego y Asombro, descubierto hace poco, y en él una recomendación que hizo su autora de un librito de Rachel Carson (conocida divulgadora, quizás pionera en concienciación medioambiental. ¿La primavera silenciosa os suena?), El sentido del asombro.


El librito en cuestión es un pequeño ensayo, poco más que un artículo que Rachel Carson comenzó a ampliar para publicar como libro. Parece ser que su autora quería continuarlo, pero murió antes de acabarlo. El libro tiene 48 páginas y merece la pena leerlo.

Es lo que Charlotte Mason llamó un libro vivo (1). Es un libro escrito con sencillez y con belleza, con auténtico amor por la naturaleza. Se dirige a adultos que tratan con niños, ya que la esencia del libro es transmitir la necesidad de conservar el asombro de los niños por todo lo que les rodea, y en concreto por la parte natural del mundo.

Para mantener vivo en un niño su innato sentido del asombro, sin contar con ningún don concedido por las hadas, se necesita la compañía de al menos un adulto con quien poder compartirlo, redescubriendo con él la alegría, la expectación y el misterio del mundo en que vivimos.

Rachel adoptó a un sobrino cuando este era bebé y juntos disfrutaron de aventuras en la naturaleza, desde el principio.

El compartir incluye la naturaleza tanto en tormenta como en calma, de noche como de día, y se basa en pasarlo bien juntos más que en instruirle.

Hay hermosas descripciones de los paseos por el bosque, de la mar en calma y durante la tormenta, del cielo nocturno, los cangrejos fantasmas y los días de lluvia.

¿No dan ganas de ir a pasear por una misma leyendo esta descripción de abajo?

Mirtos y enebros y brezos nacen en la misma rompiente de granito, y donde las laderas ascienden desde la bahía hasta convertirse en bosques, el aire se vuelve aromático de piceas y abetos. A los pies hay una umbría cubierta de manchas de arándanos, ebúrneas, líquenes del reno y cornejos, y sobre una colina de muchos abetos rojos, con hondonadas de helechos oscuros y afloramientos rocosos llamados los Wildwoods, hay orquídeas sandalia de la virgen y lirios del bosque y algunas lengüetas de clintonias con sus bayas azul intenso.


(1) Perdón por meterla en todas partes, pero de verdad que su filosofía es tan adaptable a una vida respetuosa, sencilla y de disfrute de lo que nos rodea, que he tenido que hacerlo. Si leéis el libro y sabéis algo de Charlotte, veréis que no podéis dejar de pensar en ella mientras pasáis las páginas de El sentido del asombro.

(2) Evidentemente todas las citas de la entrada pertenecen al libro de Rachel Carson.

6 de febrero de 2013

Organizando rutinas II


Hace años leí esta anécdota sobre Gandhi y el azúcar:

Una mujer fue a visitar a Gandhi para pedirle que le dijera a su hijo que dejase de comer azúcar, que no le convenía, y que el chaval devoraba. Gandhi era un héroe para el muchacho y la mujer sabía que si el maestro le decía que dejara de comer azúcar, el chico le escucharía.
-Volved dentro de una semana- dijo el santo varón.
A la semana siguiente, la madre se volvió a presentar con su hijo ante el Mahatma.
-Deja de comer azúcar.- le dijo Gandhi directamente al muchacho.
Perpleja, la mujer preguntó:
-Maestro, ¿por qué no se lo dijiste la semana pasada?
-La semana pasada yo aún tomaba azúcar- respondió Gandhi.


La recuerdo siempre que hago algo relacionado con la educación de mis hijos. No quiero ser como esas madres que dejan a sus hijos en el comedor del colegio porque a ellas sólo les gusta la comida basura y pretenden que sus hijos 'coman bien'. O como aquella otra a la que no le gustan los idiomas -a su hijo tampoco- y ha apuntado al niño a inglés y a francés.

Entiendo que si yo no soy coherente con lo que le pido a mis hijos, es imposible que ellos entiendan el por qué de la petición. Pensé que primero tenía que interiorizar yo un ritmo diario, con sus anclajes, sus momentos de estudio, de trabajo y de expansión, para que ellos lo hagan también. En eso estamos estas últimas semanas, y de momento la cosa marcha. Puede que fuera sólo cuestión de asignar momentos cada día para hacer las cosas que componen la rutina de un hogar homeschooler, y llevarlo a cabo, claro.

4 de febrero de 2013

Tarjetas de memorización


Para favorecer la memorización de los datos de la semana he hecho un apaño al estilo de Classical Conversations -como se puede ver en este lapbook, pero más de andar por casa.

En un archivador coloco tarjetas o cartulinas con lo que ha de memorizarse, todo a la vista. Cada semana cambio las tarjetas, según el tema que estemos estudiando. Los poemas, que no caben en tan pequeño espacio, van por libre.

En el mismo archivador tengo unas carpetas transparentes, en cada una de las cuales archivo las tarjetas usadas, por temas: todas las de latín juntas, las de historia, las de mates, etc.

3 de febrero de 2013

De cita a cita y...

Esta la he visto en Brain Pickings, donde su autora tiene entradas muy interesantes sobre arte, educación, literatura y cultura en general.


La visión radical de Susan Sontag para re-crear la educación. La cita en sí aparece en los diarios (1964-1980) de la escritora.

¿Por qué no eliminar los estudios entre los 12 y los 16 años? Es biológica y psicológicamente una época demasiado turbulenta para ser enclaustrados, obligados a sentarse todo el tiempo. Durante esos años, los niños podrían vivir en comunidad -haciendo algo de trabajo, estando activos físicamente de cualquier manera, en el campo; aprendiendo sobre sexo -libres de sus padres. Esos cuatro años 'perdidos' de colegio podrían añadirse a una edad más tardía. A los, digamos, 50-54 años todos tendrían que volver al colegio. [...]. Durante esta escolarización a los 50-54, tendrían una gran presión para aprender un nuevo trabajo o profesión -junto con las artes liberales, ciencia en general (ecología, biología) y habilidades lingüísticas. 
Este sencillo cambio en la especificidad de la edad escolar a) reduciría el descontento adolescente, la alienación, el aburrimiento, la neurosis; b) modificaría radicalmente el casi inevitable proceso por el que la gente a los 50 está psicológica e intelectualmente anquilosada -se han vuelto cada vez más conservadores, políticamente -y retrógrados en sus gustos (obras de Neil Simon, etc). 
[...] 
Después de todo, puesto que la mayoría de la gente ahora va a vivir hasta los 70, 75, 80, por qué debería su escolarización agruparse durante el primer 1/3 o 1/4 de sus vidas - de forma que el resto del camino ya es cuesta abajo. 
La educación inicial -6-12 años- consistiría en habilidades lingüíisticas intensivas, ciencia básica, educación cívica, humanidades. 
La vuelta al colegio a los 16: artes liberales durante dos años. 
Entre los 18 y los 21: aprendizaje de un trabajo, no estudios.